martes, 12 de diciembre de 2017

CAMBIO CLIMATICO, IPCC, MENTIRAS Y CINTAS DE VIDEO



                                                     

La industria del calentamiento global avanza imparable; Al Gore y su séquito de augures catastrofistas, oenegés y demás organismos adalides de la verdad incómoda, con el Panel Intergubernamental del Cambio Climático a la cabeza, han invertido miles de millones de monedas y lanzado a la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 y porquerías aún mayores en pro de la difusión y general aceptación de una verdad innegable e incuestionable. Nos calentamos.

El planeta se abrasa y en 50 años seremos todos carbonilla. Y el que ose siquiera discutirlo, es condenado en juicio sumarísimo a galeras. Al irredento le aguarda el exilio, al equidistante la excomunión. Se les acusa de herejes, de infieles, de negacionistas. Condenados al ostracismo, al vacío mediático. Ni siquiera un breve espacio contracultural en la 2. La nada.
Cualquier oportunidad es buena para que uno pueda probar y manifestar públicamente su fe. Resulta necesario autoafirmarse y hacer ver que uno tiene las cosas claras y que aquí no caben medias tintas.
 
Hasta el punto de que hoy día en el ascensor de unos grandes almacenes cualquier desconocido te atiza una prédica sobre el calentamiento global que te sume en un estado de perplejidad y confusión mental del que no es fácil salir. Ayer mismo el portero de casa volvió a la carga...

-Vaya nochecita hemos pasado, mi señora no paraba de dar vueltas en la cama toda sudada, y yo me he tenido que refrescar en el polibán tres o cuatro veces... ha sido sofocante. Esto del cambio climático va muy en serio, yo lo tengo clarísimo, no hay más que verlo.

-Pero Pepe, por Dios, que todos los veranos son así, lo que tienes que hacer el encender el ventilador, tío roña.

-¡Si hombre, para consumir más recursos limitados y contribuir al calentamiento! ¡Tu es que eres un incrédulo, que estamos matando al planeta y éste se rebela y se defiende con plagas, huracanes, volcanes, terremotos y viruses de todo tipo! ¿Qué te crees que es el sida? ¿Y la salmonela? ¿Y el dichoso anisakis, con lo que a mi me gustaban los boquerones en vinagre! ¿Y la aluminosis que ha terminado con el Vicente Calderón, eh?

Así se las gastan estos abanderados del cambio climático, este ejército de zombies que repiten una y otra vez el mismo mantra hasta que consiguen sumar un adepto más. O un millón. Y no reciben nada a cambio, porque todo, aún siendo muchísimo, se queda por el camino... Comisiones de expertos, conferenciantes, estudiosos, doctores y doctorandos, comités de sabios, paneles multidisciplinares, comunicadores, ecologistas de toda la vida, ecologistas sobrevenidos, mediopensionistas de barra fija metidos a climatólogos... 
Cada vez que se publica un estudio "científico" que va en esta dirección todos los medios de comunicación, hasta la hoja parroquial, se hacen eco, lo difunden y magnifican. Cuando lo que se publica es contrario a estas tesis, las redacciones se van pasando la información de mano en mano, cual moneda falsa y lo miran de soslayo recelosamente.
El grosor del hielo en el polo sur aumenta en los últimos años y sus temperaturas bajan mostrando una tendencia opuesta a las teorías impuestas por este ejército de salvación, redentores y papanatas varios, y ningún medio de comunicación ofrece la noticia, que podría causar estupefacción generalizadas y mermar los ingresos de las arcas del sinfín de empresas-organismos-instituciones, asociaciones vecinales, fundaciones etc que viven de esta historia.
Fíjese el lector que la he llamado historia, y no pamema o pamplina, porque intentando ser riguroso y medianamente científico en el análisis, sí parece claro que salvo casos puntuales donde se da el efecto contrario, en general se puede afirmar que en los últimos 60 años, la temperatura media del planeta ha aumentado en varias décimas de grado, y esta tendencia parece más acusada en los últimos 10 años de la serie. Pese a lo cual, sigue habiendo lugares de la tierra donde avanza la extensión de los glaciares y el grosor de la capa de hielo y donde en definitiva, bajan las temperaturas de forma sensible. Aún no sabemos de forma incontrovertible cómo afectan las emisiones del dióxido de carbono, de ese mismo CO2 que el jet privado de Al Gore emite con profusión cada vez que viaja en pos de un nuevo talón millonario.

Es decir, no niego la evidencia, que salvo manipulación y fraude masivo de registros y datos, parece que apunta en la dirección de un calentamiento más o menos global. A lo que me niego es a aceptar que el único responsable del supuesto calentamiento sea el malvado ser humano que emite más y más CO2.

El clima no ha sido constante a lo largo de la historia conocida, y aunque sólo se tienen registros fiables desde los últimos 100 años, hay otras formas de conocer cómo fue el clima en la antiguedad; a esta ciencia la llamamos paleoclimatología, y lo que nos dice es que, por ejemplo, la edad media fue en Europa un periodo relativamente cálido, más aún que el actual, y entonces poco CO2 emitíamos a la atmósfera, hasta el punto que la actual Groenlandia era entonces una isla verde repleta de pastos y ganado -Greenland, tierra verde- frente a la actual costra de hielo que la cubre en su mayor parte.
Tendremos que ver en qué medida el hombre y sus deplorables emisiones de CO2 y otros gases llamados de efecto invernadero somos responsables del actual calentamiento, o si éste responde a un ciclo más en el devenir climático del planeta, o si obedece no al CO2 sino al metano que lanzamos con generosidad a la atmósfera muchos de los seres vivos que habitamos el planeta, y que somos, por definición, flatulentos, o si por el contrario responde a un cambio en la física del sol y sus ciclos más o menos regulares, con periodos de mayor y menor actividad termonuclear, que se traducen en mayor o menor presencia de manchas solares en su fotosfera.

Y bien, si al fin y a la postre fuera cierto que nos calentamos... ¿Qué habría de espantoso en que subiera unas décimas la temperatura media del planeta?
Sí, ya sé, los sesudos ecologistas como mi portero Pepe y su mujer Marcela nos han advertido una y mil veces sobre sus posibles efectos adversos, como la desaparición de miles de especies de animales y plantas por la destrucción de su hábitat, o la multiplicación de fenómenos meteorológicos devastadores, como tifones, tornados, gotas frías por doquier, sequías de proporciones bíblicas y todo tipo de plagas. Inundaciones, subida del nivel del mar en varias decenas de metros, desaparición de islas, arrecifes de coral y atolones etc etc.
Sin olvidar los terremotos, tsunamis y hasta lluvias de meteoritos candentes. Toda una panoplia de infortunios y calamidades que acabaría con todo rastro de vida sobre la faz de la tierra en un santiamén. Sinceramente, cuando el catastrofismo es excesivamente catastrofista, tiendo a dudar de todo...

Sin embargo, los posibles efectos positivos de una suave y gradual subida de la temperatura media del planeta, son más visibles, y de ellos nadie se atreve a hablar...
Tiraríamos mucho menos de la calefacción, con un empleo de combustibles fósiles, altamente contaminantes, y de electricidad considerablemente inferior. Aquí mis porteros, que son los que se encargan de alimentar la vetusta caldera de carbón, no me pueden negar que las ventaja son evidentes. Menos trabajo para ellos y menos toneladas de CO2 a la atmósfera.


Los seres humanos tendríamos menos necesidad de abrigo; menos animales que sacrificar para utilizar sus cálidas pieles, menos tejidos plásticos y en general menos industria química tan contaminante. Y por supuesto, menos uso del transporte, público y privado, ya que una parte importante de nuestros desplazamientos los podríamos hacer a pie o a bici, disfrutando de una temperatura más suave y un clima más benigno.
Las cosechas podrían ser mucho mejores y determinados cultivos podrían dar varias veces fruto al año; se acabó la escasez, los precios de las materias primas y los productos agrícolas disminuirían y mucha menos gente moriría de hambre. Y aún más, los excedentes podrían destinarse a la producción de biocombustibles. Hasta podríamos disfrutar de vinos tintos cultivados en zonas ahora impensables, ¡y quién sabe si de aceitunas inglesas! Una vez más, todos contentos.
En los países de inviernos más rigurosos moriría menos gente de frío. ¿Sabéis cuántos hombres y mujeres mueren de frío en Rusia tras darse al vodka para combatir el frío y caer desvanecidos en cualquier parque o cualquier acera?

En fin, éstas son sólo algunos de los posibles efectos benéficos, no todos baladíes.

Y ya en serio del todo; lo único que pido al común de los ciudadanos es que no den por bueno todo lo que nos digan desde los altavoces mediáticos y oficialistas, por mucho que nos den la matraca.

La realidad es mucho más rica y desde luego, mucho más compleja. Pocas veces nos encontraremos ante hechos del todo incontrovertibles; pongamos en marcha la reflexión, el siempre sano escepticismo, la apertura de mentes y la lucha contra el pensamiento único y granítico, por mucho que esto de la reflexión y el disenso "incomode" a los abanderados de la verdad única, a estos augures de la catástrofe que viven de la subvención y de las conciencias confusas y culpables de quienes ofrecen donaciones a todo este tipo de asociaciones que supuestamente trata de alertar y luchar contra el cambio climático.

Acabemos con el borreguismo general e


institucionalizado, dudemos, cuando menos, de quienes no quieren ni pueden escuchar más voz que la suya, y pongamos en cuarentena a esa pléyade de arúspices de la debacle.

Y es que yo nunca fui amigo de rebaños, y mucho menos de pastores.

domingo, 6 de agosto de 2017

ITACA DORMIDA

                                           
  
 
Descarga tus lágrimas sobre las cuencas vacías de mis ojos, mientras soñamos entre vapores de agua, promesas y condenas que borran tus pasos, entre llamas, y entre piedras, y entre rabia.
 
Alguien ha de esperarnos en Itaca a la vez que sentimos sus almendros y sus pinos que alcanzan a besar tus manos. Advierte con tus gestos una piel y un corazón aún somnolientos, que alguien habrá de esperarnos.
El sacude con ramas el camino, y el viento vuelve a sonar en tus playas y en tus cimas, nos promete los olores y las caricias que dejamos enredados entre gratitudes y esperanzas.
Alguien vuela entre los riscos construyendo guaridas de falsedades y gemas, a las que protege con la sospecha de un invierno prematuro. Itaca no se esconde de nadie y mira bajo sus brazos.
 
Despacio me acerco a ti, como un ayer rebosante de espuma y de oleaje, empujado por el deseo de escucharte otra vez replicar a cada razón y a cada año que ignoraba a cada golpe lo que yo siento, porque tiempo atrás robarte un gesto de tus orillas formaba parte de otra verdad que nunca quisiste ofrecer.
Vemos las horas que se van perdiendo entre los temores de caer desmayados ante la necesidad de un envejecer distante, sin conversar paso a paso, recogiendo las miradas que dejamos tendidas al sol; algún día acabarán por desaparecer los temores, más para entonces, sospecho, ya no inclinarás tus ojos a la ausencia de una auténtica razón que nos mantenga al margen del entendimiento y de la sorpresa lacerante.
 
Si no hay fracasos, no hay refugio ni certezas, no nacerán con el nuevo cansancio que tus horas provocan en mis recuerdos esas noctámbulas hiedras que se harán cargo del fin, vivir sin dolor y sin miedo, tratando de conquistar este tiempo que nos habla otra vez de la vida y de las olas que fueron a perderse hacia el mañana.
En tus ropas quedan restos de humedad, y de esas algas sobre cuyos cadáveres yacen los irreconciliables escombros de la madurez; Jamás pediste otra cosa a cambio.
No hay más rincones ni más trampas que aguarden disfrazados de ternura y de gris un día de verano o un otoño, cálido y breve como atardeceres de lino y clavo. Sobrevuelan entonces aquellos pájaros, aquellos que habían de esperarnos, allí, pasado el túnel, era un día frío y las rocas resbalaban, yo creía tenerlo todo, al leer unos versos y acariciar unos colores que nunca antes había soñado.
               En Itaca alguien aguarda, por eso debemos marcharnos sin acabar de vestirnos, y sin decir adiós, sin dejar si quiera la vida, aunque todos sabemos que para llegar es mejor ir descalzo, sin palabras preparadas, sin ruegos, sin dioses, sin llantos.
                  Si; puedo oírte, puedo escuchar a tus muertos, puedo ver tus heridas abiertas al mar gimiendo inacabadas melancolías. Puedo escuchar a tus ríos que colman al mar sangrando de alegrías, de tiempos verdes y amarillos, de rocas ancianas, de redes en los barcos y cruces, y clavos y martillos.
                  Espérame entonces, que en Itaca alguien habrá de esperarnos, quizá todo esté en calma, quizá no haya tormenta esa tarde, quizá la marea no alcance la gruta esa tarde y podamos volver a refugiarnos en sus secretos mejor guardados, y en los nuestros, que allí duermen entre sal y conchas y esqueletos de algas.
 
Hasta que se abran los cielos y dejen caer sobre nosotros las virutas de amor que sobraron a algún tornero. Lléname de tu color y ofréceme tu tibieza, esparce sobre mi piel los cadáveres desnudos de las estrellas que nos acompañan, muerta nos llega su luz, y quedaron tatuados sus reflejos en tu frente y en un camino, en sus cantos, y ahora ninguno nos parece el nuestro, porque ya nadie nos conoce, porque ya nadie pregunta por nosotros, y porque aquí, en realidad no hay nadie, no hay nada más que Itaca envuelta en una bruma de recuerdos, en una neblina de pesares y de escombros entre los que picotean los pájaros.
 
Aquí ya sólo quedan las piedras, los riscos y los pájaros. Ponme a secar al sol, que yo te diré cuando llega el momento de dejar atrás ésta isla, aunque en verdad nunca se quede atrás y siempre apunten mis pensamientos y mi vanidad hacia ella.
Vuela, mordaz señuelo, que un instante ha de abatir tu vuelo para dar vida a una ninfa inacabada de juventud y de belleza. Vuelve así tus llantos en serena confusión de canción y ruegos, y elévate por el cielo, ambición madura de sueños y figuras esculpidas con un recipiente a sus pies, del cristo, vacías, y un hombre con legañas y poca ropa.
 
Vuélvete hacia mi y suspira, clama a tu dueño por una sombra malpagada de desvelo. Dónde irás a parar si caes del peñón y las gaviotas no soportan tu cuerpo, o no aciertas a despertar.
 
Grandes paseos dan los escarabajos y suben y bajan, de uno a otro lado del reloj, tardes en terrazas de un primer piso alquilado al tiempo libando una y otra vez de la misma botella hasta alcanzar la inocencia que yace bajo tus zapatos; revuelos de traición y llantos se acumulan en los rostros y en los gestos de cuantas sombras se agolpan en silenciosa exigencia, pobres resultados de tanto esfuerzo perdido entre los charcos, arropado de consuelos, vano abrigo.
 
Itaca, ¿Te escondes de mi? Aprendiste pronto a guardar tus paseos de las miradas curiosas e inequívocas de tus hombres, de sus pieles y de tus cuchillos, y así, acércate ahora, de cuclillas y hunde tu arpón en mi carne, que nunca habrá de sangrar ni derramar falsas virtudes ni engaños, pero hunde tu puñal en mis ijares hasta escucharme resoplar de dolor y vomitar platos enteros de soledad en los sótanos y las calderas donde nos prometimos la felicidad y la muerte, y despójate sin miedo de las cuerdas que atan tus pensamientos, en paquetes de llamativos colores y cintas.
 
Ábreme la herida por la que un día entraste y no pudimos cerrar y así te perderé entera, no dejes nada olvidado dentro, que no quede nada de tu ser dentro de mi carne. Qué sería amarte si tu no existieras... porque ahora siento tu veneno en forma de chantaje y de oscuridad; Qué curiosos disfraces emplea la vida cuando se halla en manos de un desdichado...
Cuántos barcos de papel esperan ser botados en mejor puerto, oxidándose sus tripas, dando cobijo a las algas y a los rencores noctámbulos, eternos guardianes de las sentinas donde se acumulan los muertos de mil batallas libradas a la espera de un día mejor.
 
En ti se encierran todos los secretos, en tu interior aguardan las gaviotas que urdieron el tiempo, ese que hoy asola tu destierro.
 Amanece, sólo, perdido entre los muelles hoy te recuerdo tal como eras, tu alma borracha de ilusión y mirándolo todo muy deprisa y despacio al tiempo.
 
Itaca, hoy pido ungir mi cuerpo con tu sangre en un extraño rito, secarás mis ojos y darás lustre a la voluntad que te sugiera el brillo, porque un monte se encuentra entre los dos desperezándose. Si quieres una despedida, hagámoslo a través del vidrio de la pecera y después dime si aún quieres desplegar tu sensación de abatimiento sobre las mareas de tinta y las acuarelas diluidas en el vaso, el recuerdo en que enjuagabas tus pinceles, remolinos de colores, tempestades de esperanza.
Me quedo en tus luces abandonadas a la tarde, que Itaca no es caprichosa y espera, mientras la noche se esconde de mi en silencio, y sus ramas se apegan a la tarde y al hablar del océano tu vuelves la cara, para recordarme después que aquellas hogueras que gritan a lo lejos, sin decir nada aprendido, esperan pacientes otro destello de la mirada adormecida entre mamparas de vidrio y escaleras, pobres sombras y pobres murmullos...
 
Tus caminos recorrí hasta saberte celosa del tiempo que pasaba dormido, pero vigilante de tu cautiverio, borracho de tambores y de la música virtuosa; quizá esa música sea siempre tuya, con tus raíces y tus luces de invierno, eternas, y de tarde, a los sones que tu marcaste, te lo dejo todo.
Tus vuelos quedan en el cielo, frotándose los ojos, que mientras, Itaca aguarda envuelta en nubes de gaviotas, de rocas somnolientas, de riscos, de cimas, de playas, de rabia y de piedras.
 

martes, 27 de junio de 2017

LA TRADICIONAL HOSPITALIDAD BAVARA

 
 
Resulta perfectamente plausible que en la lejana república de Weimar hubiera en realidad muy pocos nazis auténticos, más allá de una élite de matarifes y genocidas. Las temibles SS.
Y también es muy posible que la inmensa mayoría de la población alemana vomitara de asco y rabia al saber cuáles eran los métodos que empleaban sus dirigentes para intentar devolver la gloria perdida tras la primera guerra mundial al viejo imperio germánico.
Aunque la inmensa mayoría abominara de las horribles atrocidades que preferían ignorar o ni si quiera atisbar. Quizá por miedo, quizá presas del paroxismo destructor y arrastrados irreflexiva e inevitablemente por un vendaval incontrolable de violencia extrema que les llevara incluso a justificar el horror.
 
Quizá sea este el caso más terrible y paradigmático de pueblo soberano que elige democráticamente a sus dirigentes para luego ser conducidos por éstos a la destrucción total.
 
De hecho estoy convencido que el pueblo alemán era en realidad tan pacífico, tan hospitalario y tan encantador como cualquier otro. ¿No se dice acaso esto de todos los pueblos del mundo?
 
Y no sólo de los pueblos como entes inasumibles y abstractos; también se dice del asesino, el violador o el pederasta cuando preguntan los periodistas a sus vecinos... "No lo entiendo, jamás hubiera sospechado nada... siempre saludaba educadamente en el portal... la semana pasada recuerdo que me ayudó incluso a subir las bolsas de la compra... era un buen vecino. Además... bajaba la basura en varias bolsas de distintos colores; no me cabe duda que reciclaba".
 
Esa misma extrañeza hacia el individuo solitario que resulta ser en realidad un asesino se puede extrapolar al conjunto de "el pueblo".
 
He tratado en varias ocasiones a lo largo y ancho de este cuaderno de notas el fenómeno de "el pueblo", ese que nunca se equivoca, ese que es soberano, ese que es "llamado a las urnas" en un día soleado de domingo para ejercer su derecho al voto y elevar un acto ordinario a toda una celebración de la comunidad y la convivencia; es "la fiesta de la democracia".
 
La inmensa mayoría de los alemanes formaban parte de este pueblo pacífico, trabajador y extraordinariamente hospitalario, pero en realidad -puede que básicamente por miedo- fueron muy muy pocos los que intentaron evitarlo o se manifestaron frente al horror. O colaboraron de uno u otro modo, o lo ocultaron, o no quisieron verlo, o sencillamente prefirieron esconderse y esperar a que la devastación cesara.
No es fácil de explicar, pero si alguien lo ha intentado, desde mi punto de vista, con perfecta verosimilitud, es Hannah Arendt en  "La banalidad del mal".
 
Así pues, resulta del todo irrelevante que la inmensa mayoría del pueblo germano fuera como cualquier otro pueblo, igual de pacífico, acogedor y hospitalario. Eso no frenó en absoluto ni detuvo el horror.
 
Como también resulta del todo irrelevante que el inabarcable pueblo ruso fuera igual de pacífico, acogedor y hospitalario mientras 20 millones de compatriotas morían victimas de la brutal represión, el exterminio ideológico y religioso, o en los campos de reeducación y trabajo.
 
Tan irrelevante como lo pacífico que debía ser el pueblo japonés cuando durante los años 30 del siglo XX exterminó a 12 millones de civiles chinos...
 
Y así podríamos estar hablando largo tiempo sobre genocidios y exterminios cometidos en pueblos y países igualmente encantadores como sucedió en Vietnam, Camboya, Ruanda, los Balcanes etc etc. Y estoy convencido que en todos los casos, la inmensa mayoría de individuos que formaban parte de estos pueblos que resultaron ser genocidas y letales, debían ser gente afable, hospitalaria y extraordinariamente acogedora.  
 
Hoy día una de las principales amenazas, si no la principal, para la paz en el mundo, es precisamente la de un pueblo y una religión, el Islam, que dice ser tan pacífica y hospitalaria como todas las anteriores, y una vez más, si esto es así o no, resulta del todo irrelevante.

Porque, maldita sea la realidad, qué tozuda es, lo cierto es que el Islam día tras día nos muestra su cara; atraso, incultura, miseria, corrupción, totalitarismo, misoginia, machismo atroz, negación absoluta de la mujer y sus derechos, medievalismo y en definitiva, total falta de respeto a los derechos humanos.
Y esto en el mejor de los casos, porque el Islam llevado al extremo, al fanatismo, también vemos día tras día lo que realmente significa; terrorismo, destrucción, torturas, matanzas, secuestros, violaciones... Muerte al que no opina o es como ellos. 
 
Por tanto no es de extrañar que muchos mostremos un frontal rechazo a un Islam absolutamente incapaz de convivir con la sociedad y los valores que defendemos en Occidente, y es aquí donde surge la paradoja...
Desconozco quién ha acuñado el término "islamofobia", pero quien lo ha hecho pretende sin duda hacer ver que quienes plantamos cara a esta religión por todo lo que hemos visto y vemos que significa, somos intolerantes, racistas, fascistas incluso.
Han acuñado un término que parece describir una patología, como fobia que es. Se ha revestido una actitud racional y comprensible de rechazo a la violencia, de patología, de enfermedad. 
Así pues, los que realmente condenamos la violencia somos los enfermos.
Y es verdad, el término "islamofobia" ha cuajado y lo utilizan indistintamente todos los medios de comunicación de Occidente, países que, entre otros, somos víctimas del terrorismo islamista.
 
Así que ya sabemos de qué nueva patología tratarnos si alguna vez vamos al psicólogo o al médico de cabecera. ¿Es grave doctor?

martes, 9 de mayo de 2017

ES LA FIESTA DE LA DEMOCRACIA (LOL)



                                                      Conjurado el peligro de un nuevo asalto a los cielos, esta vez en el corazón de Europa, nos preparamos para que... todo siga igual.
 
Los grandes estadistas europeos nos advierten de que la única salida a esta pérdida de credibilidad de las instituciones europeas y del propio concepto de la UE en sí misma es "¡Más Europa, más Europa!", mientras respiran aliviados porque los incomodos mensajes de Le Pen se diluyen y pasan a un segundo plano de la realidad mediática.
 
Todo sigue igual, derrumbándose, pero a salvo.

Recordemos que al día siguiente de unas elecciones, los siempre ponderados analistas políticos insisten una y otra vez y repiten los mantras habituales, frases tan recurrentes como vacías. Son los asideros a los que agarrarnos cuando hemos sufrido un tropiezo... "El pueblo es soberano" "El pueblo ha hablado" "El pueblo nunca se equivoca" "Es la fiesta de la democracia" son algunos ejemplos de esas frases manidas y casi siempre fariseas pero que nos hacen sentir un poco mejor, más seguros, más tranquilos, porque sabemos que cuando escuchamos esas frases todo va a seguir igual. Y la continuidad ofrece seguridad, y ésta, sosiego.
 
Pero...¿De verdad el pueblo nunca se equivoca?
Depende. Sociológicamente, España no ha cambiado mucho desde que Ortega dijera aquello de que en nuestra piel de toro -y nunca mejor traído- de cada 10 cabezas, nueve embisten y una piensa. Sí, es verdad que ahora todos tenemos smartphones, existen youtubers por doquier y muchos restaurantes españoles lucen una o más estrellas Michelín. Todos viajamos en avión, en AVE incluso, presumimos todo lo que podemos de nuestras vidas en las redes sociales en un obsceno ejercicio de escaparatismo vital, y hasta creemos que tenemos derecho a todo, y como tal, así lo exigimos.

Pero en lo esencial, España sigue siendo el país que retrataba ese mismo Ortega en su "España invertebrada" y nada hace pensar que ahora estemos mejor preparados cultural e intelectualmente para señalar con mayor acierto a quienes han de gobernarnos.
 
En los últimos años hay ejemplos muy conspicuos de resultados electorales que "no han salido según lo previsto" y pareciera que ese mismo pueblo soberano que nunca se equivoca ha decidido, en un rapto suicida, pegarse un tiro en el pie. Es entonces cuando esos mismos sesudos analistas callan y cuando gana Donald Trump en USA, ya no repiten las acartonadas frases-asidero. Ya ni el pueblo es soberano ni ha sido la fiesta de la democracia. Ha sido un bluff.

Pero hay casos mucho más trágicos de pueblos que encumbran a un salvador que a posteriori se transmuta en el ogro goyesco que devora a sus hijos. Y no es necesario viajar en el tiempo y llegar a la república de Weimar para observar cómo se revelan incontables los casos de elecciones que finalmente resultan letales para el pueblo que estaba "llamado a las urnas"-sic-.
 
Al fín y al cabo, el historiador Jim Powell nos recordaba que "Las dictaduras son a menudo inesperadas. Han surgido en pueblos prósperos, educados y sofisticados que parecían estar lejos de llegar a una dictadura"
 
Y así llegamos a la necesidad de comprender cómo hemos llegado hasta aquí y por qué...
Estoy convencido que las razones deben ser muchas y complejas, pero haciendo uso de la teoría de Ockham, dejémonos llevar plácidamente de la mano del reduccionismo y la simplicidad...
Europa lleva varias décadas escuchando siempre la misma música; la música impuesta por los adalides de un buenismo hasta cierto punto necesario que ha empapado todos los estamentos de la sociedad. Desde prácticamente todos los medios de comunicación generalistas, oenegés, organismos e instituciones públicas europeas y nacionales se han venido glosando insistentemente la necesidad y las bondades del multiculturalismo, la globalización y el mestizaje.
 
Y naturalmente que tenemos mucho que agradecer a esos cientos de miles, millones de "refugiados económicos" que han venido a España buscando una oportunidad para salir adelante, muchas veces realizando trabajos que a los "nacionales" nos cuesta aceptar. Mucho tenemos que agradecerles. Y creo sinceramente que la mayoría de estos inmigrantes "de buena voluntad" han encontrado su sitio en nuestra sociedad.
 
Pero con el tiempo han ido apareciendo también una serie de externalidades y derivadas no deseadas como consecuencia de años de permeabilidad en las fronteras nacionales y de efectos llamada en ocasiones irresponsables. Pero al efecto llamada no sólo respondieron gentes honestas y trabajadoras; también llegaron hordas de delincuentes, bandas criminales organizadas y hasta mafias que encontraron rápido acomodo en nuestra sociedad y en nuestros sistemas judiciales y penitenciario.
También se nos ha llamado una y otra vez a facilitar la integración de los inmigrantes, incluso adaptando a sus particularidades nuestros usos y costumbres. Porque debemos aceptarlos y tolerar todo lo que traigan y hagan, naturalmente que sí.
Hasta que hemos visto que no todo es aceptable ni tolerable, que muchas de sus costumbres no tienen cabida en nuestra sociedad ni en nuestro código penal. Y también todos, en mayor o menor medida hemos visto casos de abuso, a veces fomentados por nuestras propias instituciones, porque muchos inmigrantes no tenían ánimo ninguno de integrarse en nuestra sociedad más allá de beneficiarse de nuestro estado de bienestar y de cuantas prestaciones, ayudas, subsidios y subvenciones pudieran recibir. 
 
 Y si todas estas circunstancias están deviniendo en problemas de encaje y de convivencia en España, mucho más y desde mucho antes lo son en países allende los pirineos, donde la población inmigrante supera de lejos a la nuestra.
 
Y para enrarecer aún más la situación aparece en los últimos lustros el fenómeno del fanatismo religioso y el terrorismo, dando la sensación de que estamos dando cobijo a extremistas, que odian nuestra cultura, nuestra sociedad, nuestra civilización, en definitiva, y que alentados desde los púlpitos religiosos islamistas de la propia Europa, están dispuestos a todo con tal de manifestar su odio hacia las sociedades que les han acogido, y de paso ganarse el paraíso. Así pues la sopa está ya en la mesa, y vemos como desde hace años han ido surgiendo por toda Europa y USA partidos políticos y movimientos sociales con claros tintes racistas y xenófobos como respuesta a todos estos "problemas de convivencia" que en ocasiones desde los medios públicos se intentan minimizar e incluso ocultar, lo cual resulta aún más irritante.
Es ciertamente complicado que estos partidos políticos de nuevo cuño e ideología ultraconservadora lleguen a gobernar en países con democracias consolidadas -reconozcámoslo, lo ocurrido con Trump es una anomalía en todos los sentidos-  porque, tal como acabamos de ver en Francia, cuando la partida se juega entre dos, tales extremismos encuentran rápidamente un techo, quizá de cristal en el futuro, cierto, pero hoy por hoy en apariencia irrompible.
Y en otros sistemas electorales donde intervienen todos los partidos e ideologías, pueden llegar a ganar las elecciones, pero harto difícil será que encuentren los apoyos necesarios para llegar a gobernar. 
Sin embargo, estamos también observando cómo el auge de tales partidos aún sin llegar a formar gobiernos, están teniendo rápida respuesta ideológica en otros partidos que sí están en condiciones de llegar a gobernar, y que asumen y digieren sin mayor exabrupto parte del ideario ultra, aunque sólo fuera como estrategia puramente electoralista.

No es necesario que recordemos el viejo retruécano marxista sobre las ideologías, no de Karl, sino de Groucho.