sábado, 1 de marzo de 2014

EN LA MUERTE DE HUBERTO MATOS



Entrada de Castro en la Habana, en 1959. A su derecha, Camilo Cienfuegos; a su izquierda, Huberto Matos.  

Se nos amontonan los muertos, una marea de panegíricos nos abruma, los negros no dan abasto para cubrir tanta necrológica y tanta reseña. Siempre son los mejores los que se van, y el resto, los que quedamos.
 
Hoy quiero recordar a Huberto Marcos, uno de los más significados líderes de la genuina revolución cubana que sin embargo no disfrutó de las mieles del éxito ni la fama ni el poder ni el dinero de la familia Castro o del propio Che Guevara, uno de los iconos del merchandaising y la mercadotecnia más recurrentes, socorridos y utilizados por el capitalismo. Una chapita, una bandera, un poster del Che con la legendaria y ya universal fotografía firmada por Alberto Korda a la que rindo pleitesía con este ingenioso trabajo de retoque.
 
 
 
 


Todos estos elementos, decía, forman parte del kit básico para un manifestante de base en una de las manifestaciones y algaradas callejeras izquierdistas. Hoy día puedes encontrar cualquiera de estos artículos en los cajones de saldos de Carrefour Discount.
Definitivamente la revolución ha sido aplastada por su propia iconografía. La revolución fagocitada por su propia metáfora. La insoportable imposibilidad de mantenerse en pie pese a los esfuerzos agónicos de una gerontocracia cuyo sueño es perpetuarse a sí mismos en forma de espectros, ectoplasmas y, si es necesario, momias. La izquierda siempre ha sabido presumir de momias.
Pero no nos desviemos  del tema que nos ocupa, volvamos a honrar al camarada Huberto.
Huber Matos fue de todo en la revolución cubana: llegó a lo más alto en la guerrilla de Fidel Castro, y también fue líder en la cárcel y en el exilio de Miami. Bajó de la Sierra Maestra como comandante y tomó la ciudad de Santiago de Cuba el 1 de enero de 1959, entrando una semana más tarde a La Habana como un héroe junto a Camilo Cienfuegos y Castro. Condenado por traición a los diez meses del triunfo revolucionario, cumplió 20 años de cárcel en diversas prisiones de la isla, convirtiéndose en un reo legendario. Al ser excarcelado y llegar a Miami, Matos fundó la organización anticastrista Cuba Independiente y Democrática (CID), con la que abogó por el derrocamiento de Castro por las buenas o por las malas. El jueves, a la edad de 94 años, murió de un infarto en la capital del exilio cubano y hasta el último momento mantuvo sus posiciones radicales. Tanto por su tono como por su contenido, la voz de Matos en la radio de Miami era de las que más fuerte sonaba, hasta el extremo de que hace unos años llegó a hacer un llamado a los militares cubanos para que se alzasen contra el Gobierno.
Todo ha sido en vano; Matos ha muerto sin poder ver cumplido su sueño. Una Cuba Libre. Matos lucho para derrocar al golpista Batista, pero el remedio se mostró mucho peor que la enfermedad en sí. Hoy Cuba es la mayor cárcel del mundo. Un presidio a cielo abierto, con unas vistas de fantasía y un mar Caribe de ensueño. Una naturaleza y un clima propicios y generosos, una tierra fértil. Y sin embargo todo esto vale de nada cuando cae en manos del comunismo -hoy se llaman asi mismos, eufemística y tímidamente socialistas, tras la estrepitosa caída del muro de Berlín.
Su oposición a la dictadura batistiana le llevó a exiliarse en Costa Rica en 1956, donde entabló amistad con el presidente José Figueres. Cuando Castro organizó la expedición del yate Granma y se hizo fuerte en la Sierra Maestra, Matos consiguió preparar una expedición con armas y voluntarios y aterrizó con una avioneta en las montañas de Cuba, uniéndose a los barbudos. Terminó la guerra con el grado de comandante, el más alto de la guerrilla, al frente de la columna 9ª Antonio Guiteras.
Tras tomar Santiago de Cuba y entrar triunfalmente en La Habana en el mismo jeep de Castro y Cienfuegos, ocupó diversas responsabilidades hasta que fue designado jefe del Ejército Rebelde en la provincia de Camagüey.
Desde muy pronto Matos se opuso al giro radical de la revolución, y cuando percibió que esta se inclinaba hacia el socialismo y entraban en las instituciones del Gobierno miembros del antiguo partido comunista (el Partido Socialista Popular) escribió una carta personal a Castro renunciando a su cargo. “No deseo convertirme en un obstáculo para la revolución y creo que, teniendo que escoger entre acomodarme a las circunstancias o hacerme a un lado para no causar ningún daño, lo más revolucionario para mí es irme…”, decía en la misiva, enviada al líder cubano el 19 de octubre de 1959.
Matos agregaba: “Si se quiere que la revolución triunfe, dígase a dónde vamos y cómo vamos, óiganse menos los chismes y las intrigas, y no se trate de conjurado o de reaccionario al que con criterio honrado plantee estas cosas”. Aunque Matos siempre aseguró que esta carta fue la verdadera causa de su encarcelamiento, Fidel Castro y sus seguidores dijeron que en realidad preparaba un levantamiento en Camagüey y Camilo Cienfuegos fue enviado a detenerle allí. Huber Matos se entregó sin oponer resistencia, y Cienfuegos, al regresar a La Habana, se estrelló en una avioneta debido al mal tiempo.
El juicio a Matos se celebró el 11 de diciembre en el antiguo campamento militar de Columbia y allí intervino Castro durante varias horas seguidas para acusar a su antiguo comandante de traición. El Che Guevara y Rául Castro eran partidarios de la pena de muerte, pero Fidel Castro dijo que si se hacía eso se le convertiría en un “mártir”. Finalmente el tribunal lo condenó a 20 años de prisión, de los que no se le perdonó ni una hora.
A su salida de la cárcel, Huberto encontró refugio en Costa Rica, para finalmente establecerse en Miami, desde donde ha hecho todo lo humanamente posible por el restablecimiento de la democracia en Cuba. Así, hasta el último de sus días el, 27 de Febrero de 2014.
 
Así pues, Huberto Matos, descansa en paz.