domingo, 20 de febrero de 2011

Otra memez más por la que enloquecer


En este enlace podéis encontrar un ejemplo perfecto de aquello de lo que he hablado tantas veces, acerca de la tecnología, el tiempo y el dinero a raudales invertido en desarrollos que técnicamente son primorosos, electrónicamente ultranovedosos, estéticamente incluso elegantes pero que... no sirven para nada en la vida real.

http://www.coolhunting.com/design/solowheel.php

Veo en esta rueda una paradoja tan atemporal como hiriente; por una parte la rueda es uno de los inventos más celebrados de la historia de la humanidad; sus primeros vestigios datan del 5º milenio antes de Cristo y los podemos situar en Mesopotamia, pudiendo encontrar ruedas verdaderamente evolucionadas e incluso sofisticadas ya en el siglo XX antes de Cristo. Lo que significó la invención de este ingenio para aquellas civilizacíones fue definitivo para el impulso de las comunicaciones, el comercio, la difusión del conocimiento etc. Hubo un antes y un después en la historia de la humanidad a partir de la invención de la rueda, sólo comparable al impactto que supuso el dominio del fuego.
A diferencia de aquel hito, esta otra "invención" que me deja perplejo no aporta NADA a la humanidad. Pero con tal de comercializarlo con éxito todas sus carencias y limitaciones intentarán ser corregidas por una musculosa campaña de marketing y comunicación. Lo que el ingenio no ha conseguido que lo logre el marketing. Si no es útil, si no aporta nada novedoso de valor, da igual. Basta que sea "chic" y que resulte carísimo. Seguro que alguien pica.

La dichosa "solowheel" resulta incómoda y dificil de utilizar -en 5 días que el futuro distribuidor me la ha dejado a prueba sólo he sido capaz de recorrer una recta de 5 metros haciendo equilibrios funambulares con los brazos-, apenas te ofrece más velocidad de desplazamiento que caminar -y mejor que así sea a la vista de la precaria estabilidad que ofrece- y sus limitaciones son todas; para utilizarla debes estar en bastante buena forma -en cuyo caso caminar parece ser una mucho mejor alternativa-, gozar de un sentido del equilibrio propio de un trabajador del Circo del Sol y por supesto, contar con una situación económica más que desahogada. Diantres, no cumplo ninguna de estas premisas, ni siquiera cuento con unas pantorrilas suficientemente robustas.
Y más inconvenientes; soporta mal las pendientes y peor las irregularidades del terreno, siendo incapaz del todo de salvar un sencillo escalón.

En definitiva, es uno de esos cacharros tecnológicamente ultraavanzados, en el que se han invertido cantidades ingentes de horas de trabajo, de recursos de todo tipo y no me cabe ninguna duda que también de un intengible que yo personalmente valoro y admiro; el empeño y la ilusión.
Y sin embargo, a pesar de todos estos mimbres, no vale para nada, ni aporta nada nuevo, ni mejora ninguna otra función o utilidad, ni suple ninguna carencia ni nada de nada de nada.
Un patinete eléctrico es mucho más cómodo, más versátil, más útil e infinitamente más barato. Quizá ésto último sea el mayor defecto del viejuno patinete para este sistema nuestro de cada día, que devora novedades a velocidad de vértigo y necesita de artefactos cada vez más absurdos y más caros. El frenesí consumista nos necesita para seguir exitiendo, para finalmente devorarnos cuando ya no somos capaces de seguir su ritmo o sencillamente no perseguimos estar siempre a la última. Como Saturno devora a sus hijos, igual.

Y pese a todo, yo no atrevería a asegurar que vaya a ser un fracaso en toda regla, porque entre otras cosas, lo que el marketing de diseño mejor sabe explotar son los complejos y las necesidades de autoafirmación de aquellos que tienen más dinerito.

Es decir, que siempre habrá un snob o un imbecil -y quien dice uno dice un millón- dispuesto a revalidar la vieja máxima a la que Buhigas dio una acertada vuelta de tuerca; "Que hablen de uno aunque sea bien".
Que asi sea.

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