miércoles, 4 de noviembre de 2009

¡Aturdido estoy!


No acabo de cogerle al aire a este Gobierno; en ocasiones me intento convencer de que quizá sea lo bisoño de mis planteamientos los que me separan de las tesis y de las iniciativas impulsadas por el ejecutivo, hasta que me doy cuenta de que aquello de lo que se le acusa y reprueba es, para desgracia de todos, cierto.
Nuestro presidente gusta de los discursos grandilocuentes y de las medidas irreflexivas e improvisadas; de los objetivos ambiciosos y de los adjetivos eufónicos e hiperbólicos sin medida.

Quizá, si se dejara examinar por un discípulo de Freud, llegaríamos a la conclusión de que su subconsciente se encuentra atormentado -dejémoslo mejor en acomplejado-, sintiéndose culpable por llegar a gobernar un país "sin saber idiomas", o sin haber recibido mayor instrucción que la de cualquier individuo que no encuentra mejor cobijo que la política y la vida pública, pues a los ojos de las empresas no resulta apetecible, bien por su currículo anodino o por cualquier otra circunstancia de la que no me corresponde a mi opinar.
Así, apremiado por una necesidad furibunda de emulación -Chuchill, Kenedy, Obama etc, de quienes ha fusilado multitud de frases y pensamientos- y de reconocimiento por parte de sus paisanos de León pero también por los de Pernambuco, se la lanzado a empresas de las que sale una y otra vez trasquilado -proceso de paz (en realidad de rendición ante ETA), alianza de las civilizaciones, lucha contra el cambio climático, desarrollo de un nuevo modelo productivo y de un nuevo orden económico mundial-. De ninguna de todas esas iniciativas cósmicas es él precursor ni adalid, sino mera caja de resonancia, pero eso a él le da igual con tal de figurar como un nuevo Nelson Mandela o un Ghandi posmoderno. Y mientras, su pléyade de acólitos le hacen las voces del coro -Pajín, Blanco, Aido...-.

Y es aquí donde chirrían todas las propuestas, todos los planes y todas las supuestas estrategias... Nos promete liderar la lucha contra el cambio climático pero se sigue subvencionando a espuertas el carísimo carbón que se extrae de las cuencas mineras de León y Asturias. Y con ese carbón caro y de mala calidad -cuya obligatoriedad de empleo en las industrias nacionales data ya de 1895- poder alimentar así las centrales termoeléctricas del país. En este mismo sentido, chocan también los planes de ayuda al sector del automovil para que se vendan más y más coches -sí, esos coches que consumen gasolinas y gasoleos, esos coches que lanzan a la sufrida atmósfera millones de toneladas de CO2 y que para su fabricación son necesarias las emisiones de otras tantas toneladas de ese matarratas que parece nos está contribuyendo a achicharrar a todos. Y mientras, el esperado coche eléctrico aguarda una mejor ocasión, claro que, cuando llegue, si para recargar sus baterías vamos a seguir quemando carbón caro y contaminante, vamos mal. Por cierto que ese carbón que se extrae de las cuencas asturleonesas, sale más caro que importarlo de otros países siendo además de peor calidad, por lo que contamina más. ¿No chirría un poco?
Pero no se vayan todavía, que aún hay más... Vamos a ser referencia mudial y acaso superior en innovación, desarrollo y tecnología, pero la cantidad destinada a esta partida disminuye sangrantemente en los presupuestos de 2010. Y para innovar, primamos la industría del automovil, como decía antes. Me pregunta mi amigo Pepe, que regenta un negocio de pantallas -no de LCD´s ni de plasma, sino de pantallas para lámparas- que porqué no se subvenciona a este sector, tan respetuoso con el medio ambiente, ya que en cada pantalla pega una leyenda recomendado el uso de bombillas de bajo consumo.
Y para seguir innovando atizamos la caldera con unas cuantas paladas más de carbón y ponemos una pistol en la sien de los bancos para que concedan créditos al consumo e hipotecarios con mayor alergía. Vamos, que abran el grifo... ¿Pero no fue ese precisamente el origen de las subprime y todas sus derivadas económico financieras que nos han llevado donde estamos? Créame, señor Presidente, estoy aturdido.

Y a todo esto, Mariano da un golpe sobre la mesa para volver a sestear después y ver cómo el "Gobierno" más absurdo e inconsistente de la historia reciente española se frota las manos al comprobar que su más feroz enemigo va a seguir siendo el mismo, el hombre tranquilo, el Santo Job, Mariano Rajoy Brey.

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